13 de noviembre de 2017

Juan el bombo

Muchas veces me han comentado que tengo una visión ciertamente pesimista sobre el mundo de la música cofrade, y mucho más sobre sus integrantes. Y el frikismo, el egocentrismo, egoísmo y egolatría (y tantas cosas que empiecen por ego), la adoración a falsos ídolos, la falta de principios y valores (común en general a toda la sociedad actual, para ser claros), pues tampoco ayudan a que esa visión cambie.
Pero hoy quiero cambiar el tono, y hacer algo positivo. Y un comentario que leí en un foro me dio una idea. Vaya pues ésto dedicado a tantos "Juanes" anónimos de la música cofrade, y en especial a uno que, aunque no era "Juan" quizás se le parecía mucho.

Todos los días llega al ensayo. Puntual. A veces tanto que todavía no ha llegado ni el que abre. Y nunca falta, ni cuando llueve, ni en invierno cuando hace frío, ni en verano cuando hace calor, ni cuando su equipo juega la Champions, a veces ni siquiera cuando está enfermo, y si lo está mucho seguro que llama sin falta para avisar.
Es un hombre, de aspecto algo desgarbado, piel curtida, manos encalladas, arrugas, entradas, pasando los 40 y tantos si es que no los 50. Llega andando o en bici la mayor de las veces, pues por su situación no ha podido sacarse nunca el carnet de conducir, pero eso no le merma en su empeño por ir a ensayar. Sonríe y da las buenas noches a todos nada más llegar, con su habla y su humor que denota que muy hábil con el idioma no es.
Mientras sus jóvenes "compañeros" (con todo el entrecomillado del mundo) o, bueno, los que han llegado (el resto se irán incorporando tarde...muy tarde), se ríen de él:
-"Este está tocao', jaja".
-"Mira que cara trae. ¡¡Juan, Juanillo!! Cuenta una historia de esas tuyas".
-"Ya ha llegao el tonto del bombo, jaja. Venga que ya estamos tos'. Valiente paga tienes que tener, ¿eh, Juanillo?".

Pero a Juan le da todo igual, después de tantos años de gracietas ya nada le ofende. Al fin y al cabo él está aquí porque le gusta esto y, aparte, ¿acaso saben esos chavales -que se olvidarán de banda en cuanto las hormonas se les despierten y prefieran tontear, fumar porros o hacer botellón en el parque-, quién es él, cuál es su historia?
Juan era de esos hombres humildes, de orígenes sencillos. Su padre era una de esas personas de la Baja Andalucía que muy joven por culpa de la Guerra se tuvo que poner a trabajar para ayudar a sacar su casa adelante y que, por tanto, no pudo tener una educación. Su madre la típica ama de casa sencilla, amante esposa y madre que sabía de sumar lo que tenía que aprender para ir al mercado y poco más y que crió con malabares a una familia numerosa. Juan tampoco pudo tener una buena educación pues tuvo que dejar el colegio para ponerse a trabajar. No es analfabeto del todo porque sabe escribir, leer, sumar y restar pero poco y muchas veces mal.
Empezó hace más de 30 años, en aquella época sencilla pero auténtica, verdadera, humilde y sincera que fueron para la música procesional los años 80, aquellos 80 en que se creaban bandas con más corazón que cabeza, donde la ilusión y la auténtica devoción era suficiente motivación para tocar lejos de los protagonismos y las vanidades.
Nuestro Juan tendría unos 15 años cuando unos amigos lo animaron porque hacía falta gente para poder hacer una banda en la Hermandad de su barrio, la de toda la vida, la devoción de sus padres y sus abuelos. Empezaron siendo una Agrupación, como estaba a la orden del día, con instrumentos viejos cedidos por una Banda Municipal y con la ayuda de un vecino que aprendió algo de música en el coro de un colegio religioso. Y Juan como no era un chaval muy hábil aprendiendo pues cogió ese fácil y a veces ingrato pero tan necesario instrumento como es el bombo.

Y ahí sigue... A pesar de todo...
Muchas cosas han cambiado en tantos años. De esos inicios apenas quedan él y el bandera. Ya no le queda ningún amigo de aquellos en la banda pues conforme crecían o se casaban y la familia los retiraba, o se tenían que marchar lejos a trabajar porque la vida así lo exige o, por qué no, no estaban contentos con como cambiaban las cosas y ya no quisieron seguir. A finales de los 90 por ejemplo una nueva directiva entró cambiando las cosas, metiendo a un director musical que venía cobrando de una banda de renombre pero que parecía más un charlatán aprovechado que venir a ayudar. Años después, en los 2000, la directiva decidía romper con la Hermandad, con la Hermandad de los amores de Juan y de los pocos amigos fundadores que quedaban, y aquello fue la definitiva puntilla: los pocos que quedaban se fueron porque a ellos no les movían los intereses de estos jóvenes que querían tocar en buenos pasos de ciudades grandes, ya no se sentían identificados con las nuevas generaciones.

Y Juan siguió porque él era fiel a su banda. Aunque de su banda ya quedase poco en la actual. Y menos quedó cuando, hace unos años, otra nueva dirección entraba desbancando a la que había e imponía un cambio de estilo a Cornetas porque "era lo que mandaba, lo que estaba de moda".

Pero nuestro Juan no se quejó. Ni se quejará. Como nunca lo ha hecho en esos largos 30 y tantos años. Nunca se ha quejado por estar 30 años con el mismo instrumento, ni por tocar en la última fila y apenas salir en fotos o vídeos. No se queja si el compañero de al lado tiene nuevo bombo, ni tampoco porque no le den solos, al revés, el rehuye de hacer solos porque el pobre no quiere equivocarse y si se equivoca, aunque sea en un ensayo, se disculpa apenado por ello. Tampoco se queja cuando es hora de tocar un clásico porque para él Cristo del Amor o Réquiem son igual de bonitas, es más, incluso a él no le gustan esas marchas nuevas cargadas de contratiempos y cosas a las que no está acostumbrado porque la dirección le riñe si no sabe sacarlo, pero igualmente tampoco lo oirás quejarse. El no diferencia entre unas marchas mejores ni peores igual que tampoco lo verás diferenciar un contrato de otro, a todos él va y toca con el mismo empeño.
De nunca le escucharás a Juan una mala palabra hacia una decisión, ni patalear porque algo se haga como a él no le guste, nunca un mal comentario en una red. De hecho se abrió una cuenta Facebook y en ella solo lo ves, con bastantes faltas de ortografía eso sí, presumir de banda compartiendo fotos y vídeos y mensajes de ánimo, mensajes de compañerismo a esos mismos que se meten con él, ilusionado como un chiquillo, como si siguiera siendo aquel chaval que hace más de 30 años empezó en esto de la música cofrade.


Para Juan, y para muchos otros "Juanes" que puedan quedar, la música cofrade es su pasión, su manera de olvidarse de la dureza de una vida vivida para trabajar en las malas condiciones del campo y/o de una obra, su único entretenimiento lejos de tomarse su cervecita en un bar con sus amigos echando un dominó. Y aunque hay quienes consideran que esta clase de personas son fracasados, que no tienen aspiraciones ni motivaciones en la vida, aquí un servidor sabe que las cosas no son tan simples, que no se puede juzgar así, y que estos "Juanes" son hijos de un tiempo, de una sociedad que desde que nacieron los condenaron a vivir esta vida, que no les dejaron aspirar a más y que aun así la viven con humildad, con sencillez y,... ¿que no tienen ilusiones? Solo basta ver como estos "Juanes" se vuelcan con sus bandas, como a pesar de llevar tocando décadas y de sufrir prejuicios y burlas hasta de supuestos "compañeros" siguen tocando con la ilusión del primer día mientras que cualquier niñato malcriado que entra hoy en día a tocar o lo hace como un entretenimiento más y pronto pasa del tema o necesita realzar su ego individual para sentirse realizado y, si no pueden, si no les dan un solo, una primera voz, una fila más adelantada, un instrumento nuevo,...cualquier gilipollez de esas que solo sirven para posturear, amenazan con irse o con hundirte por redes sociales si es necesario, demostrando la egoísta sociedad actual que estamos criando y que, con el cambio generacional, comienza a ganar protagonismo en el mundo de la música cofrade... y no para llevarlo a buen puerto podemos vaticinar.

Este es mi homenaje a esos músicos olvidados. A esa parte silenciosa de la música cofrade que, extrañamente, nunca se les homenajea ni nadie se acuerda de ellos. A esos genuinos músicos cofrades que con ilusión y humildad siguen superando en actitud y aptitud a estas actuales generaciones egoístas y vanidosas que por mucha mejor música que sepan hacer están a años luz de la calidad humana de estos otros.
Así que, seas músico cofrade o no: la próxima vez que veas a un "Juan", la próxima vez que te haga gracia uno, la próxima vez que te quieras reír de uno de ellos o calificarlos de "tontos" por el instrumento o voz que llevan, métete la lengua y tus gracias en el culo y aprende a cómo se comporta un músico cofrade de verdad.

Que vivan nuestros "Juanes" pero sobre todo, digamos de una vez, que ya va siendo hora, ¡¡VIVA LOS BOMBOS!!.

He dicho.


(Y quien se sienta ofendido con la definición que doy aquí del típico niñato musifrade, si escuece te aguantas. Será que te das por aludido porque a lo mejor es que te ves reflejado, pero sabes que es la realidad, tu egoísta realidad, y eso no te gusta. Si no te gusta tu reflejo y piensas cargar contra mí, no sé, párate a pensar-si es que sabes hacerlo-, ¿que seas así no será a lo mejor culpa tuya y no del que aquí escribe?)

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