2 de febrero de 2022

Bandas infravaloradas: Vera+Cruz de Palma del Río, hacer música contra todo (y contra todos)

Retomo esta serie de entradas y seguramente, leyendo el título, más de uno (y de dos) esté murmurando un "mi ehte, mi ehte", al más puro estilo de aquellos lacios de la chirigota de 1994 de mi tocayo, muy posiblemente pensando que "ya tardaba en hacer propaganda de su propia banda".
Nada más lejos de la realidad. Si hubiese querido hacer publicidad de mi banda la hubiera hecho mucho antes y no cuando ya llevo más de la decena de entradas y varios años con la "sección", y es más, incluso a esta misma hora, escribiendo estas mismas palabras, me sigo pensando si de verdad lo merece o no. Porque, como en cada casa, hay muy pocas personas con la dedicación y la sincera entrega necesarias para hacerlas merecedoras de dedicárseles un escrito de este tipo (me apuesto a que sobrarían los dedos de las manos, por no decir que incluso bastaría con los 5 dedos de una sola, para contarlas) y en cambio hay muchas que, por desgracia, no se merecen ninguna alabanza por en cuanto el trabajo se hace "a pesar de" y no "gracias a" ellos.
Finalmente considero que aquellas otras pocas personas, por su trabajo desinteresado, por los sofocos, por la quemazón, por aguantar a las otras muchas, se merecen ver reconocida su labor y, en parte, recompensado todo lo que la música no suele recompensar.

Pero partamos de la base, ¿por qué esta banda se merece ser considerada como banda infravalorada?
¿Es una banda que goza de una calidad que le otorgue dicha categoría? Ni de lejos, de hecho, siendo sincero, actualmente no figuraría ni entre las 10 mejores de su propia provincia.
¿Tienen una filosofía y unas formas de proceder en las que se muestra un tratamiento respetuoso hacia la música? Es prácticamente la típica banda de pueblo, agradece que se afine antes de cada actuación y que las partituras lleven numeritos para saber -y no siempre- qué se toca.
¿Presentan un buen repertorio al menos? Sí, pero tampoco es que sea algo ejemplar o para tirar cohetes, simplemente es un repertorio correcto, bastante clasicote y con pocos puntos negros, pero nada que no puedan tener otras agrupaciones.
¿Entonces qué es lo que la hace infravalorada? Considero que algo no se debe valorar solo acorde a su calidad, sino también en relación a si esa calidad es igual o superior al trabajo que la banda realiza, y el trabajo a realizar no es otra cosa sino cómo una determinada banda afronta problemas y contrariedades, cómo se enfrenta al CONTEXTO, y el contexto en el que la banda palmeña realiza su labor es todo lo opuesto a propicio.

Vayamos de lo genérico a lo específico:
A pesar de ser el 5º municipio (sin contar la capital) en número de habitantes de la provincia, Palma del Río es lo que yo llamo como una ciudad con complejo de aldea, es un gran cascarón pero vacío: vacío de contenido, vacío de identidad, vacío de espíritu. 
Y tres son las características que, bajo lo que he observado en mis más de tres décadas de vida en este lugar, definen lo palmeño:
-Por un lado el tremendo pasotismo de la población hacia lo suyo y sus cosas. Fiestas y tradiciones que se han dejado morir con el tiempo con la beneplacencia de un Ayuntamiento que encuentra así un terreno yermo de "palmeñismo" en el que tratar de implantar lo que ellos quieren y eliminar lo que no les gusta. Palma se convierte así en una ciudad con nula identidad cultural, con nada que la defina realmente, en la que artificialmente se impulsa como propia una Feria de Teatro construida por y para unos pocos, mientras que sus Carnavales (antaño muy destacados en la comarca), sus dos ferias, su Semana Santa, su Romería, etc. languidecen ante la pasividad de un pueblo que prefiere llenar casetas de otras ferias, montar carrozas en otras romerías o engrosar las listas de hermanos de otras Hermandades. Todo ello deriva en que el compromiso y la entrega del palmeño muchas veces es de boquilla y eso cuando no directamente brilla por su ausencia.
-Por otro se une que los pocos palmeños que trabajan, la mayoría peca de un inmenso ego que les hace considerarse como los mejores -únicos, incluso- en lo suyo, y eso hace que las luchas intestinas por el control de instituciones y asociaciones sean una constante. El palmeño medio ansía el poder como pocas cosas, más incluso que el bien común. No quiere sacar adelante a su Cofradía, quiere realzar su imagen ligada a ella. No quieren que su equipo deportivo gane, quieren que esas victorias se asocien a su nombre. No quieren contribuir a la historia, quieren ser la historia.
-Y cuando ese palmeño ególatra no tiene el poder, surge la tercera características: la envidia. Desear tener lo que otros tienen. Es por eso que, cuando un palmeño quiere el poder, tratará por todos los medios de hacerse con él, aunque ello suponga desestabilizar su propia institución, asociación, club o lo que sea, y cuando se da el caso que no lo consigue hace lo que decía aquel robot de una serie animada: "me montaré mi propio/a -inserte lo que sea- con casinos y furcias". Un compañero, de hecho, dio la definición perfecta de lo que es este pueblo: "Palma es la ciudad de los tontos, hay tontos de todo y asociaciones de cualquier cosa", a lo que yo añadiría "y por duplicado, puesto que todos quieren mandar". De hecho aquí, por las envidias y ansias de poder, hay o han llegado a haber varias academias de bailes, dos clubes de balonmano, dos clubes de fútbol, varias chirigotas/murgas carnavalescas, varias bandas (de hecho la historia de la música cofrade palmeña se basa precisamente en eso mismo, para qué lo vamos a negar),... e incluso hasta cofradías se fundaron por ese mismo motivo (aunque, por razones obvias, no son los que se han esgrimido ante las autoridades eclesiásticas). En resumen, todo se personaliza, y si alguien tiene vendettas personales contra otra persona acaba trasladando esas mismas cuentas a las asociaciones a las que pertenecen (pisoteando, boicoteando o destruyendo si hace falta).

Estas tres características, hacen que Palma sea un pueblo con prácticamente nula tradición cofrade, con una Semana Santa a la que, ya desde aquel "Trevillazo" en la época de la Ilustración se la fue despojando de su identidad y rasgos propios, y que hoy sigue con las nuevas generaciones "miarmitas" dándole la definitiva puntilla a una celebración hoy día impostada, llena de "morenos y morenas", de "Señores del Compás" (os juro que hay una cofradía que imita dicho apelativo trianero), de izquierdos y artistas, pero que adolece en aspectos más importantes.

Pero si ya están pensando lo difícil que es hacer música cofrade en este contexto, contra todo, imagínense lo que supone, no ya sufrir de ese pasotismo y del ostracismo del pueblo y sus instituciones, sino también sufrir directamente una oposición directa y bastante dura, que tus mismos vecinos y los que se supone que comparten tu misma pasión se encarguen de ponerte palos en las ruedas para impedirte avanzar. Contra todos.
Y no hablamos solo de la labor de unos cuantos trolls sin cargos ni responsabilidades que han llevado lo personal al terreno de lo cofrade. No. 
Hablamos, y lo voy a decir claramente, de que se viene ejerciendo desde el propio ente organizador y aglutinador de las cofradías locales, desde un propio Consejo que de manera consciente y voluntaria ignora, por no decir que deliberadamente veta, a sus paisanos y borra cualquier rastro de la banda local en cuanto lo pueden hacer.
Hablamos de unos medios de comunicación que, si no se les baila el agua, te eliminan de la vida local y tratan de silenciarte. En serio, por algo que parecía ser un lío de faldas yo he llegado a ver a uno de dichos medios obviar toda mención a la banda, eliminar programas anteriores dedicados a la misma e incluso editar vídeos para eliminar dichas menciones, aunque esas menciones sean, por ejemplo, en un acto de firma de convenios con asociaciones en el Ayuntamiento. Así de bestia es la cuestión.
Hablamos de las propias Hermandades (salvo honrosas excepciones), la de la Patrona a la cabeza de todas, que, ya no es que no cuenten con la banda (como digo siempre, cada cual escoge y firma el acompañamiento que considere oportuno, sin que el lugar de procedencia dé ninguna clase de exclusividad o preeminencia), sino que se la excluye de presentar cualquier opción y solo se la considera cuando no se tiene dinero o no se quiere pagar bajo la excusa de "es que sois los del pueblo y podríais ayudar" (sí, ésto también es cierto, que, oye, si esos cofrades lo ven así, entonces yo debería ir a una tienda de ropa o a un fontanero o albañil de allí y les debería decir que por ser de Palma me deberían de regalar ropa, cambiarme gratis el calentador del agua o hacerme a bajo precio la reformita del piso que me gustaría hacer, manda eggs). Es más, hace poco tuve conocimiento que el hecho más reciente de ese tipo tuvo lugar no hará ni un par de meses cuando, para un "triunfal" traslado alguien pensó en la música local, por supuesto multiplicando a lo Bart Simpson (es decir, x 0) la cantidad, apuesto que cercana sino de más de 5 cifras, que algunos días después seguro que cobró una mediática banda hispalense (hay que tenerla de cemento, ¿verdad?).
Y hablamos, y esto es de lo más penoso, de ciertos músicos y ex-músicos palmeños que no parecen poder soportar que dicha institución les sobreviva y siga funcionando tras su marcha, de gente que, tras separar sus caminos de la banda, no es que no puedan olvidarla y seguir hacia adelante, no. Es que tienen que tratar de desestabilizar y hacer el mayor daño posible.

Puedo aseverar con total seguridad y apostándome lo que quisieran, y más viendo la sangría de bandas medianas que últimamente al más mínimo contratiempo acaban rindiéndose y desapareciendo, que cualquier banda, y cuando digo cualquier banda es CUALQUIERA (ya fuera una Pasión de Linares, una Virgen de los Reyes o unas Cigarreras) en estas condiciones no aguantaría ni un asalto y no tardaría en caer y desaparecer
Pero la Vera+Cruz, de momento, no. Y por eso, para mí, es una banda infravalorada, se le infravalora ese mérito, o mejor decir meritazo: porque no es solo que la banda siga sobreviviendo a tanta adversidad, porque no es solo que, a cada mazazo de propios y extraños (sí, las zancadillas también vienen de fuera, como por ejemplo que haya quienes llamen a tus Hermandades con el rumor de que tu banda se ha roto y no tocará para poder pescar contratos, así se está poniendo el mundillo), se reponga. Sino que además siga haciendo música y, aunque tal vez no con una gran calidad, si con la suficiente decencia, más de la que este contexto mostrado le permite, para afrontar más que dignamente sus acompañamientos.
Y si ésto es así luchando contra los elementos, ¿qué no podría ser esta banda si la dejasen trabajar en paz? ¿Qué no podría conseguir si no hubiera tanto tocapelotas por el mundo? ¿Qué hubiera sido incluso si muchos de esos músicos hubieran dejado de lado sus cuentas personales y no involucrasen en ellas a la institución? Grandes cosas, sin duda; pero todas ellas castillos en el aire porque ya sabemos como funciona el mundo y que la realidad es la que es y muy difícilmente cambiará a mejor.

Es por eso que hoy hago este escrito, que sé que muy probablemente causará controversia e incluso las iras de algunos. Sinceramente me la suda, y aprovecho el inciso para volver a repetir la idea de que esta es mi opinión, personal e intransferible, que, sea o no compartida, me representa única y exclusivamente a mí y no a ningún colectivo (que luego sé como  se las gastan algunos y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid tratarán de usar ésto como arma arrojadiza para sus guerras y mierdas particulares).
Incluso preveo que habrá gente de dentro a la que tampoco les gustará (precisamente por esas posibles consecuencias que pueda traer).

Pero si lo hago es porque existe un grupo de músicos cofrades, de gente currante y comprometida, que se parten el alma y la cara por seguir adelante. Que han recibido ostias (y no consagradas, precisamente) de todos los colores habidos y por haber y, sin embargo, siguen remando. Que por la mierda y el veneno de este mundillo habrán podido hasta perder amistades y simpatías solo por defender lo que han visto justo y no traicionar a los suyos. Y que, aun sabiendo que la sentencia posiblemente esté escrita desde hace mucho y el desenlace sea inevitable, no bajan los brazos ni un jodido momento y han mantenido viva, aunque sea débil o hasta agonice, la llama de una tradición que lucha por no perderse en un medio apático y hasta hostil, ante la mirada expectante y morbosa de unos carroñeros que no desean sino verlos caer para darse un festín con los restos.

Es por ellos y por nadie ni nada más. Siéntanse orgullosos quienes crean que deban estarlo porque en verdad lo merecen.

Como terminaba aquel pasodoble de Manolo Santander:
¡QUE VIVAN SUS COJONES!