La última noche:
Para muchos sería hoy, la del Jueves
de Pasión. En otros lugares, la de mañana Viernes de Dolores.
Aunque a veces pasa desapercibida, es
esa noche especial para el músico cofrade, cuando terminan los
ensayos, cuando se apaga la última nota, el último compás, el
último golpe de bombo de la última marcha que, como la última
campanada del año, es la que pone fin a la cuenta atrás.
Es esa última noche donde ya no cabe
más. En la que todo el trabajo está realizado a falta solo de
quedar demostrado. Es noche de presión, de nervios que a veces
sobrepasan y acaban alterando. Es noche, a veces incluso de
discusiones y desencuentros que surgen precisamente por ese estado,
por esa ansiedad y ese querer que todo salga bien. La noche de las
correcciones de última hora que, al final, nunca acaban saliendo
bien en la calle, pero se intentan hacer.
Pero también es la noche de quedarse
hasta tarde en el local charlando con una cerveza en la mano con los
compañeros, comentando todo el año, lo bueno y lo malo,
planificando el presente, la presente Semana Santa, y también
planificando el futuro, el próximo curso.
Es la noche en la que tantas veces
apoyado en una barra se dice aquello de “este año cuelgo el
uniforme” que luego se disuelve entre la euforia cuando suena el
último Himno de un Domingo de Resurrección. O la noche también de
las promesas, de “el próximo año me lo tomaré más en serio” o
“este año lo he notado en la embocadura, el año que viene
ensayaré más”... y que también acaban en este caso cuando en
septiembre empieza un nuevo curso.
Es la noche de todo magnificarse, de
los recuerdos. Nos acordamos de los que faltan, de los que no están,
de los que lo han sufrido, de las familias, parejas, hijos, nos
acordamos de los malos momentos y los buenos e incluso nos acordamos
de los que nos quisieron ver caer y tienen que aguantar ver como otro
años nos levantamos.
Y hay tantas últimas noches como
bandas hay: las hay que planifican ese ensayo al milímetro
aprovechando hasta la última gota. Otras lo dejan más a la
improvisación y hacen de ella algo más distendido, más como una
quedada para hacer piña que como un ensayo serio. Las hay que,
siguiendo un ritual, la terminan todos los años con la misma marcha,
aquella que tiene un significado especial para la banda.
Pero incluso con todas esas
diferencias, esa última noche todas comparten el mismo sentimiento,
o mejor dicho, mezcla de sentimientos solo equiparable a la que se
siente al encerrarse la última procesión y tan difícil de explicar
que todo ello es lo que hace querer volver otro año más.
Este año esa última noche no la
tendremos. No diremos que nos la han robado, porque nadie ha sido el
causante de ésto. Tampoco que la hayamos perdido, porque estamos
seguro que esa última noche volverá. Digamos, simplemente, que este
año no la habrá.
Los que más pasarán esta noche en sus
casas, acompañados de sus seres queridos con una sensación extraña
en el cuerpo de faltarte algo. Los que menos tendrán que trabajar
porque sus empleos son esenciales. Los que tengan más suerte quizás
puedan coger sus instrumentos y tocar esa última marcha especial en
la intimidad quemando un poquito de incienso. Los que no, se tendrán
que conformar con mirar algún vídeo de otros años con algo de
nostalgia y tristeza.
Sea cual sea tu caso, querido músico
cofrade, querido compañero, solo te pido una cosa: no olvides por un
momento lo que representa esta noche. Nunca olvides esas sensaciones,
esos sentimientos. Nunca olvides esa convivencia, esas charlas en la
barra hasta altas horas. Incluso nunca olvides los nervios, la
ansiedad ni esos enfados del último ensayo.
No lo olvides porque noches como ésta
forman parte de ese motor que nos mueve a ser músicos cofrades y
que, hoy más que nunca, no debe fallarnos y seguir funcionando a más
ritmo.
Hoy (o mañana) es la última noche.
Vívela como siempre pero con una intensidad como nunca. Porque
pronto volveremos y cuando no nos demos cuenta, será la última
noche de otro año más. Y viendo lo pasado nos daremos cuenta lo
poco que se valoran los muchos momentos únicos que se viven y la
mucha importancia que en cambio damos a lo que no se debe.
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