30 de junio de 2017

Adiós a D. Pedro Morales, el último gran compositor

Jaén... Jaén es una joya escondida y desconocida de nuesta Andalucía, esa tierra de olivos que entre el mar de verde y plata de sus hojas y el barroco retorcimiento de los troncos de sus olivares guarda el más refinado Renacimiento. Jaén es tierra de personajes ilustres, de grandes artistas, la tierra de nacimiento de Vandelvira, la cuna de grandes imagineros que definieron las dos grandes escuelas del Barroco, Martínez Montañés y Andrés de Ocampo en Sevilla y Pablo de Rojas en Granada, tierra también de buenos literatos,... pero sobre todo, Jaén es también tierra de gentes sencillas, de gentes trabajadoras y sufridoras que durante siglos han dado sudor y sangre para sacarle a la tierra el tan preciado oro líquido fruto de su trabajo, y no del dinero, los terratenientes, ni los señores, tal y como escribiera en sus inmortales versos el poeta Miguel Hernández (¿quién no ha escuchado alguna vez eso de "Andaluces de Jaén..."?).
Jaén es también tierra de música, de la guitarra de Andrés Segovia y del inconfundible Joaquín Sabina por ejemplo, y también lo es de (muy buena) música cofrade, que es lo que nos ocupa, una música cofrade que debe a Jaén varios buenos compositores de ayer y de hoy, desde el iniciador de las cornetas, D. Alberto Escámez, hasta el actual Cristóbal López Gándara.

Pero de esa lista de grandes compositores cofrades quizás sobresalgan dos nombres, dos compositores de vidas casi paralelas, dos compositores que casi siguiendo el cauce del Guadalquivir nacieron en la provincia de Jaén, se formaron en Córdoba (con un paréntesis en Madrid) y fueron a Sevilla para hacerse grandes e inscribir su nombre en el Olimpo de los grandes compositores de la música cofrade: D. Pedro Gámez Laserna y D. Pedro Morales Muñoz. Hoy, 30 de junio de 2017, este último nos ha dejado a sus 94 años.

Pedro Morales Muñoz nació en el pueblo jiennense de Lopera, a unos 200 km de Sevilla a la que hoy la une la A-4, en 1923. Como mencionamos, al igual que Gámez Laserna inicia sus estudios musicales en su pueblo natal, estudios que amplió en Córdoba precisamente con el citado compositor y maestro galduriense con el que aprendió armonía. Siguiendo los pasos de su maestro, Morales completa su formación con su paso por Madrid y años después logra también ingresar en el Cuerpo de Directores Militares. Destino o casualidad, es precisamente Morales quien sucedería en 1967 a su maestro dirigiendo a una de las bandas de música más reconocidas e históricas para todos los que gustamos de la música cofrade, la Banda del Regimiento "Soria 9", y al igual que Gámez es al frente de esta banda en la que el maestro Morales se haría un nombre como uno de los grandes compositores del género y quizás el último grande de dicha banda, siendo un digno sucesor a predecesores como José Font Marimont, Manuel López Farfán y el propio Gámez Laserna, y cerrando una de las etapas más doradas de la composición cofrade.

Morales tuvo entonces, como compositor, todo un reto: sus mencionados predecesores en el cargo a la batuta de Soria 9 habían sido capaces de captar el sentir cofrade sevillano en sus marchas procesionales. Pedro Morales, no queriendo ser menos, recogió ese invisible guante y, bebiendo del estilo Farfaniano del que tomó ese estilo de marcha de elegante gracia y el empleo de la corneta, instrumento que Farfán introdujo y al que Morales hizo casi imprescindible en muchas de sus marchas, y siguiendo también a su propio maestro, a Pedro Gámez Laserna, comenzó a aportar a la Semana Santa sevillana en particular, pero también a todos los cofrades en general, grandes marchas que han pasado a la historia, convirtiéndose en un autor imprescindible en cualquier repertorio de bandas de música, al menos en cualquier repertorio digno.
Al igual que Gámez (más paralelismos) aunque su primera marcha la dedicara a una devoción de su pueblo natal (Cristo Chico del Humilladero, 1956), su primera marcha más reconocida estaría dedicada a la Esperanza Macarena de Sevilla. Precisamente bajo ese título, Esperanza Macarena (1968), Morales cerraba la que se podría llamar la "trilogía Macarena", la que iniciaron los otros dos grandes "Pedros" de la marcha procesional -Gámez Laserna con su Pasa la Virgen Macarena en 1959 y Pedro Braña con su Coronación de la Macarena de 1963-, tres grandes marchas para la Señora de Sevilla.
Como inciso personal, creo que ninguna marcha, ni anterior ni posterior (aun con permiso de títulos como Macarena -la buena, la de Cebrián- o la más reciente Como tú, ninguna) describe tan a la perfección el "elegante bullicio", la alegría aun dentro del dolor, la propia definición de lo que es la Esperanza, en resumen, ninguna marcha ha sido capaz de plasmar en un pentagrama lo que es la Macarena en la calle tanto como estas tres, siendo incluso cada marcha casi pensada para cada momento: la explosión de Coronación de la Macarena (marcha de coronación por excelencia) sería como la salida de la Macarena a la calle, la algo más íntima pero igualmente brillante Pasa la Virgen Macarena describiría el caminar de su palio en las nocturnidad de la Madrugá cuando la Macarena ilumina con su luz la oscuridad de la noche, siendo Esperanza Macarena perfecta para la mañana ya del Viernes Santo.
A esta Esperanza Macarena, y en esa línea "farfaniana" (marcha con cornetas en un inicio en tonalidad Do mayor, tema principal, fuerte de bajos, reexposición del tema principal y trío en otra tonalidad -normalmente Fa mayor, subdominante de Do mayor-) siguen marchas de similares características (no siempre iguales) como Virgen de la Paz o Virgen de los Negritos -por citar algunas de las más conocidas- si bien Pedro Morales no se ceñía a ese tipo de marcha "alegre" sino que era capaz de realizar partituras más "románticas" como podría ser el caso de Virgen de Montserrat (que aun así, incluso una la estructura similar a la arriba descrita solo que iniciada en tonalidad menor -Do menor- que desemboca en un trío en su relativa -Mib mayor-). Una trayectoria similar que siguió prolíficamente incluso después de dejar la dirección de Soria 9 y hasta prácticamente el día de hoy, no habiendo dejado de recibir encargos y homenajes (por suerte en vida), entre otros que la propia Banda de Música de su localidad natal lleve su nombre.

Quedándonos con su música, en todos los casos hablamos de marchas de gran elegancia en la que el maestro fue capaz de aunar la calidad musical con una gran sencillez, algo que ha logrado que sus marchas sean frecuentes en los repertorios de cualquier banda y algo que, hasta el día de su muerte han hecho que Pedro Morales fuera el último compositor vivo de aquella dorada época de la música procesional que precedió a unas etapas posteriores más comerciales y basadas en buscar la aprobación del costal por encima a veces de la calidad de la música. Como dicen en la cuenta Twitter de Patrimonio Musical, se nos ha ido el último mito de la música procesional.

Quisiera cerrar este homenaje, humilde y demasiado mal escrito y expresado como para hacer honor a toda una vida y una trayectoria indispensable para entender la música procesional, haciendo mención a dos marchas de las que hace tiempo hablé, las que fueron quizás las dos marchas más inspiradas y emotivas del maestro y que hoy, en su despedida, aunque suenen con la amargura de la pérdida, adquieren un cariz de cierta esperanza: hoy sabemos que el maestro habrá podido abrazar de nuevo a Juan Jesús y cumplir a su mujer la promesa que le hizo en 2004: Te veré en el Cielo.

Ojalá a usted también lo veamos en el Cielo. Q.E.P.D., maestro, aquí en la tierra se quedará siempre su música, ya como recuerdo vivo de una época de oro que ya se fue y no sabemos si algún día volverá.


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