15 de mayo de 2017

Fast food music

Ayer se celebró el Festival Europeo de la Canción o, simplemente, Eurovisión. No estoy descubriendo nada nuevo con este dato de todos sabido. Y servidor hizo lo que todo buen melómano debería hacer...que es no seguirlo, puesto que un Festival que se llame de la canción y en el que se premie más la política y la vecindad, el espectáculo, las relaciones internacionales, los intereses publicitarios, a veces incluso hasta la polémica y lo extravagante, cualquier cosa menos la propia música, pues no es plato de mi gusto.

Así que, como digo, no lo seguí, hasta que viendo Twitter, ese termómetro calibrador de masas, de lo que es "trendi" y lo que no, observé algunos comentarios que me llevaron a interesarme algo más en la gala, claro que lo que vi no era nada fuera de lugar en esta España mariana: vi a un país que volvía a hacer el ridículo más espantoso todo por mandar como representante a un mediocre artista pero que se creía muy gallito (corte de mangas a la audiencia que lo cuestionó incluido) con una pésima canción que no debería haber estado en esa posición si no fuera por los tan españolísimos enchufes. ¡Dios bendiga a los enchufes y a los enchufados, esa cosa tan patria, tan nuestra, tan de la Marca España!
La verdad es que no era difícil trasladar esa analogía a todo, incluida la música cofrade. Todo aquello me suena de haberlo visto o incluso haberlo vivido en tantos años como cofrade: ¿en cuántas Cofradías llevan bandas pésimas que están ahí por enchufe? ¿Cuántas Hermandades andan soportando bandas de Hermandad que desmerecen más de lo que aportan acompañando a sus titulares bajo la excusa de la "devoción" y el "cariño", cuando demostrarían más cariño y harían más bien a su Hermandad si soltaran sus instrumentos y se cogieran un cirio o un costal? ¿Cuántas veces no hemos sabido de contratos porque el capataz de turno es papi de una niña de la banda tal o el Hermano Mayor es cuñado/primo/tío segundo del director? ¿Y cuántas bandas mediocres de mediopelo no se suben a la parra y por esos enchufes se creen que se van a comer el mundo cuando lo más que hacen es un espantoso ridículo?
"Es el pan nuestro de cada día, este país es así" pensé de una cosa que no le quiero dar mayor trascendencia.

Pero luego llegaron las votaciones y ganó Portugal*.
*Me permito introducir un breve apunte de este hecho, totalmente verídico: en las redes sociales había tanto culés deseando que no ganara "el país de Cristiano" como madridistas celebrando que ganara el país de su jugador estrella. Sí, esta es la España media. En momentos así, viendo a personas tan ridículas cuyo objetivo en la vida se resume a celebrar los éxitos de su equipo y los fracasos del rival sin más aspiraciones en su triste existencia es cuando más doy las gracias a Dios por dotarme de un cerebro funcional y una inteligencia normal.

Y fue en eso en lo que más me fijé de, como digo, un Festival que suele ser un festín de mediocridad, bótox y silicona, peinados estrafalarios, gimnasio, purpurina, efectos especiales y toda clase de pompa en general.
Lo primero porque ganó una canción que no parecía mala del todo, muy Disney eso sí, pero muy hermosa, natural y sin aditivos. No era en inglés, era en su idioma natal, no tenía efectos especiales, no era "eurovisiva". Solo un chaval (que cualquier cuñao patrio no dudaría en calificar de perroflauta o piojoso), un piano de fondo y una letra. Un tipo que escapaba de cualquier artificio, respiraba sencillez y humildad y demostró que no era de esa falsa humildad que ahora se ha puesto tan de moda (los humildes de verdad no presumen de serlo, recuerden eso) cuando compartió su triunfo con la autora de la canción que era su propia hermana y a la que no dudó en subir con él al escenario.

Pero lo que más me impactó fue el discurso que el cantante dio, y del que deviene el título de la entrada. Dijo este Salvador Sobral (que así se llama):
"...we live in a world of disposable music, fast food music, without any content. And I think this could be a victory for music with people that actually means something. Music is not fireworks, music is feeling, so let's try to change this and bring music back, which is really what matters".
Que para los que no manejen el idioma de Shakespeare viene a decir como:
"Vivimos en un mundo de música desechable, música 'fast food' -se podría traducir como algo así como música basura-, sin contenido. Y creo que esta podría ser una victoria para la música de gente que realmente quiere decir algo. La música no es fuegos artificiales, es sentimiento, así que intentemos cambiar esto y traer de vuelta a la música, que es lo que de verdad importa".
Creo que sobra decir cuánta verdad hay en las palabras de este chico, cúanto podemos reflexionar de ellas y, sobre todo, cuán aplicable es esta reflexión para la música cofrade que tenemos hoy día.
Porque la música cofrade que estamos viviendo, la música cofrade de los últimos 10-15 años ha caído precisamente en los mismos pecados de la música comercial, de la música consumista, especialmente la música denominada para pasos de Cristo.
Los autores y las bandas, especialmente las que están en el sitio privilegiado de ser consideradas grandes, nos están acostumbrando año a año a una producción en masa de composiciones pensadas para usar y tirar, composiciones que a través del tan simple mecanismo publicitario de "tócala todo lo que puedas y más" son quemadas en certámenes, publicitadas, vendidas como una genialidad, para luego poder sacar partido a la partitura tanto internamente (a través de la ojana a las Hermandades a las que se dedican) como externamente (garantizándose durante un poco más la fidelidad de sus fanáticos y sacando también tajada económica de la venta de las partituras a bandas impersonales que por querer estar a la última serían capaces de desterrar a un tal Escámez de sus repertorios.
Es, como dice Sobral, una música carente de contenido, falta de unción, una música a la que en muchas ocasiones se le ha olvidado su cometido de acompañamiento, ojo ACOMPAÑAMIENTO de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, pasando a ser una música que quiere el protagonismo y basada, no en la pureza misma de la música, en la belleza de la perfecta unión entre sus distintos conceptos, sino que es una música basada en esos fuegos artificiales, en una artificiosa espectacularidad que es de la que gusta el público basada en solos largos, sobreagudos imposibles, baterías cargadas de palilleras donde todo lo que debiera ser el concepto "marcha" (empezando por sacrificar el compás binario) se pierde en pos del aplauso fácil, la venta de discos y la promoción de una marca a la falsa luz de los mal llamados "estilos". Y una historia que se repite año a año, que cada septiembre tira a la basura el éxito musical del anterior para crear más y más en busca de seguir en la cresta de la ola hasta que llega a ocurrir lo inevitable, el desgaste.

¿Cómo podemos negar lo evidente? ¿Cómo negar la verdad en la música cofrade de las palabras de Salvador Sobral que en su día también anticipara un gran compositor como Cristóbal López Gándara cuando habló una vez de las marchas que eran "hamburguesas musicales de 1 €?
La Música de verdad, la que muchos defendemos, la que merece tanto respeto que merece ser escrita en mayúsculas como si fuera un nombre propio, esa Música se nos muere, vamos a decirlo sin eufemismos, ahogada en un mar de mierda, de basura, en un mar donde la putrefacción es tal que incluso lo poco bueno que pueda surgir en él, acaba siendo contaminado y engullido por la maquinaria del consumo, marchas buenas que acaban igual de deschadas porque acaban siendo tratadas con el mismo nulo respeto que esas "hambuguesas musicales" que no se paladean (¿o acaso me dirán los fanáticos de ciertas marchas que cuando una marcha es interrumpida entre berridos alentando al solista y aplausos a cada sobreagudo significa que se está paladeando de verdad, que de verdad se disfruta?).
Y eso es lo peor, que los que deberían ser amantes de esa Música son los primeros que la maltratan, los primeros en no respetarla, en no respetar su cometido. Quien entra a este juego, sea autor, compositor, instrumentista o espectador es que, seamos sinceros, no quiere a la música.

Hagamos, pues, lo que dice Salvador Sobral: intentemos traer de vuelta a la música. Volvamos a poner en valor la música con contenido, la música como arte y no como artificio, hagamos música con el mismo sentido que nos legaron los grandes autores del pasado, cuya música de hecho por ello sigue permaneciendo tras el paso de hasta siglos. Salvémosla de la caricatura, el espejismo, el monstruo en la que la hemos convertido o de lo contrario llegará un día en que la perderemos y puede que sea tarde, muy tarde.... si es que ya no ha llegado.

Parabéns Portugal. E Parabéns e muito obrigado Salvador. Hacemos nuestra tu victoria y tu mensaje. We will bring music back, again.

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