7 de abril de 2020

¿A qué suena el Martes Santo?

El Martes Santo suena a Oración y al bamboleo de las ramas de un olivo que cobija la Agonía del Redentor en Getsemaní. Tiene humildes sones franciscanos aunque es una jornada grande.
El Martes Santo en Córdoba suena a silencio Universitario; suena a azotes que duelen, a los que hirieron el cuerpo del Salvador que pende malherido en la cruz como recuerdo de la magnitud de su sacrificio. Y suena a las oraciones calladas de los estudiantes que alguna vez a Él y a su Madre acudimos buscando algo más que un aprobado en tiempos difíciles.
Suena también Córdoba a Salud, a cornetas valientes que vienen del Barrio del Naranjo para acompañar a su Cristo en su regreso desde el corazón de la ciudad, suena a Amaneceres y a Fragancias de sueños que ya no podrán cumplirse. Suena a amistad y compañerismo de músicos que siempre me acogieron como uno más.
Y para quien les escribe, el Martes Santo en Córdoba además suena a un Cuarto Dolor por San Andrés, de sones de una promesa escrita que ya enmudecieron y quedaron en la memoria.
Suena esta jornada también a un despertar a sones de Virgen del Valle tras un verde palio en la oscuridad de la calle Cigüela de unos tiempos pasados que, en cuanto a repertorio, siempre fueron mejores. Suena a Señor de San Román y a sones atrevidos desde Marchena en los 90 tras el Cautivo y a Virgen de la Hiniesta en aquel año cuando el Martes Santo dejó de sonar a chirriar de ruedas para sonar a sudor y esfuerzo costalero.
Y suena a esquina de calle Castelar esperando toda la familia junto a mi abuela ver pasar al Cristo de sus amores.

Suena a tantos recuerdos y a tanto vivido y por vivir que si me preguntas a qué suena el Martes Santo, suena a vida, a mi propia vida.

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