10 de abril de 2020

¿A qué suena el Viernes Santo?

El Viernes Santo suena a duelo y tristeza. Suena a viento agitando los naranjos en una tarde plomiza de primavera, suena a llanto y a lágrimas.
Es la tarde que suena a una Expiración gitana, a leyendas antiguas y a lamentos de alfarería. Suena al último aliento inmortalizado en madera. Suena a tiempo congelado en la expresión más pura del Barroco.
Suena a negro ruán y esparto, a cera tiniebla cayendo sobre los adoquines
Suena al Dolor de una madre que en Soledad acompaña al hijo muerto. Suena a campana con fúnebre tañir, a un Santo Sepulcro a las 7 de la tarde que hoy en silencio transita por las calles.
Suena, Dolores, a ese tu Viernes en que dos barrios de sabor popular muestran con claveles blancos el amor a su Virgen. Suena a noche de septiembre por el  Barrio de la Soledad que se engalanara aquel día para recibirte.
Es otro día con acordes de recuerdo, de Plaza de "los Valencianos" con notas desde Jaén que sonaban a Nuestro Padre de Jesús de Cebrián, mientras se escuchaba la voz de ese capataz de aires ecijanos que mandaba un paso girarse para mirarse dos madres frente a frente, cada una cargando su Cruz y su pena, pero ambas ejemplo de coraje y amor.
Y en la infancia, sonaba el Viernes Santo a un adiós, a una Semana Santa que terminaba cuando se cerraban las puertas de San Francisco, a cornetas antiguas rindiendo honores al Yacente.

Suena el Viernes Santo y lo hace a despedida y a una muerte que nunca será el final.


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