16 de abril de 2020

De dónde viene la marcha...: Ave María (mal llamado de Caccini)

Tomo para este mi blog una especie de sección-tema que ya inicié una vez en un foro de música cofrade y que en su día medio retomé cuando era encargado de la web de una Agrupación Musical (que hoy no existe, la web me refiero). Se tratará de una sección para hablar sobre el origen, curiosidades y demás de algunas marchas bastante populares de nuestra Semana Santa, pero que muchos desconocen realmente de dónde provienen.

Y comenzamos con la que sin duda es una de las composiciones, por no decir la que más lo está, de moda dentro de los repertorios de la música cofrade contando con adaptaciones en cualquiera de sus 3 estilos para banda e incluso siendo interpretada hasta en música de capilla y vocal, tanto en procesiones como en cultos internos y actos de nuestras Hermandades.

Hablamos del Ave María, popularmente llamado como “de Caccini”, uno de los “Ave María” más famosos del mundo, una pieza con una melodía especialmente hermosa y conmovedora que se ha hecho hueco en nuestra Semana Santa especialmente desde que la popular Banda de “las Cigarreras” de Sevilla la adaptara y la estrenara en Cuaresma del año 2013.

Como indicamos, es tradicionalmente conocido como “Ave María de Caccini” (para distinguirlo de otros) pues su composición se atribuyó durante décadas al compositor tardo-renacentista/barroco italiano Giulio Caccini (1551-1618). Sin embargo la realidad descubierta hace ya bastantes años sobre su autoría dista mucho de esta atribución, y es que este Ave María ni es una obra del mencionado Caccini ni mucho menos es una pieza barroca y ni siquiera es italiana.
Vladímir Fiódorovich Vavílov
En concreto este Ave María se trata de algo que es conocido como un “engaño musical”, práctica que consiste en que un compositor, normalmente contemporáneo, crea una obra que intenta imitar música del pasado y la atribuya a algún compositor reconocido para que la obra parezca de mayor categoría (práctica a la que pertenece, por ejemplo, otra obra muy popular como es el Adagio llamado de Albinoni que en realidad era del compositor contemporáneo Remo Giazotto).
Fue Vladímir Fiódorovich Vavílov, guitarrista, laudista y compositor soviético (pues vivió entre 1925 y 1973, cuando todavía existía la URSS) el verdadero autor de esta pieza que nos ocupa, quien la compuso hacia 1970 cuando él mismo la graba en un disco titulado “Música de laúd de los siglos XVI-XVII”, publicado por la discográfica “Melodiya” (que era propiedad del estado soviético). En este disco, a pesar del título, todos los temas eran obra de Vavílov pero él mismo los atribuía a compositores renacentistas o barrocos o directamente los ponía como piezas anónimas de esos periodos. El motivo de esta decisión lo explicaría Tamara Vavilov, su hija, ya fallecido éste:
“Mi padre estaba convencido de que las obras autodidactas de un desconocido compositor con el vulgar apellido "Vavilov" nunca serían publicadas. Pero él realmente quería que su música llegara a la audiencia y llegó hasta el extremo de dar toda la gloria a los compositores medievales y "autores desconocidos".”
Portada original del disco "Música de
laúd de los siglos XVI-XVII"
Como curiosidad, en este disco original, el Ave María aparecía como obra anónima, no siendo suya la atribución a Caccini con la que pasó a la posteridad. Posiblemente fue su compatriota, el organista Mark Shakhin, quien colaboró con Vavilov en el citado disco, quien tras su muerte difundió así la obra que apareció por primera vez vinculada al compositor italiano en otra grabación discográfica de Melodiya en 1975.

Algunos entendidos, no obstante, no se explican cómo esta atribución pudo “colar” durante tantos años. Analizando otras obras de Caccini en comparación a este Ave María, la música de Caccini es la música propia del tardo-Renacimiento y primer Barroco, con armonías más elaboradas y con una melodía prácticamente supeditada a los largos textos religiosos pues hay que recordar que nos encontramos en plena época de la Contrarreforma, con una Iglesia Católica que velaba por el estricto cumplimiento de la doctrina y la efectividad y claridad a la hora de transmitir su mensaje. En cambio la pieza de Vavilov usa una armonía tonal más clásica, siendo armónicamente más simple, y con una melodía que claramente prevalece sobre el texto, un texto que además queda reducido solo a sus dos primeras palabras, algo que no hubiera sido permitido para nada en la Iglesia de aquel momento.

Respecto a su viaje a la música cofrade, aunque posiblemente esta música ya haya sido utilizada antes (posiblemente adaptada a Banda de Música), la obra ganaría popularidad gracias a la mencionada adaptación por “las Cigarreras” (todo el mundo sabe que, para los "seguidores" de la música cofrade, las BM no interesan), siendo una versión “corta” del Ave María grabado originalmente por Vavilov, pues se interpreta desde su segunda mitad usando como introducción el “puente” que en dicha grabación realiza el órgano y en la tonalidad de Fa menor para facilitar la incorporación de la corneta. Tras la adaptación de Cigarreras, muchas bandas han tomado o bien dicha versión o bien elaborado propias introduciendo variaciones al gusto, tomando incluso versiones distintas a la original, por ejemplo de arreglos orquestales como éste.

Dejamos como epílogo a esta historia un final que, por desgracia, no pudo ser feliz: apenas unos años después de publicar este disco con ésta, su pieza que quizás ha pasado más a la posteridad, el 11 de marzo (fecha muy significativa para un servidor, por cierto) de 1973, Vladímir Fiódorovich Vavílov fallecía con apenas 48 años de edad. Y lo hacía sufriendo la agonía de un cáncer de páncreas y en la pobreza, sin haber podido disfrutar en vida de la fama y reconocimiento que posteriormente tuvo su obra. Ni años después, cuando el Ave María se popularizó del todo siendo interpretado por grandes intérpretes del mundo de la música, siquiera este humilde músico, tan humilde que con tal de que se escuchara su música prefirió permanecer en la sombra, tampoco llegó a ser reconocido, llevándose el mérito un compositor que no lo fue de esta obra. Años hubieron de pasar para que el apellido Vavilov, el que él mismo decía que era un apellido “vulgar”, se asociara como debía ser, con su obra.
Pero, desgraciadamente, todavía no se ha hecho justicia con este compositor: en la actualidad, a pesar de haberse desmentido ya la antigua atribución, aun hay gente que sigue hablando del Ave María de Caccini, y el remate lo ha venido a dar precisamente nuestra música, la música procesional, que aun sigue perpetuando el error, condenando al ostracismo al verdadero artífice de dicha música, y todo hace indicar que se hace, no por ignorancia sino de manera plenamente consciente por guardar unas apariencias, por alguna necesidad de aparentar que se es más culto por ello, porque vende más un apellido con el soniquete italiano como es Caccini y hablar de que se ha adaptado una pieza barroca, que la realidad.

Que menos, desde aquí, que intentar devolver aunque sea un poco la gloria a un hombre que, ya no es que no pudiera disfrutarla en vida, es que además se marchó de una forma tan injusta y dolorosa. Que menos que los cofrades seamos fieles a la realidad y empecemos también ya a llamarlo por derecho como corresponde: el Ave María de Vavilov.

Hasta la próxima.

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